martes, 21 de abril de 2009

hasta el año que viene


Acabo de guardar la túnica. La de ruán, la morada se quedo allá por Real Utrera, a la espera de buenas nuevas, y deseando estoy, no tener que volver a recogerla más, ya que la soñada, añorada, la recuperada cola al brazo, ha llegado. Pero la túnica de mi alma, la del olor, la del tacto, la del crujido, la de mi ruán, ya esta guardada por este año. La guardo con pena, la miro, la toco, la acaricio con mis manos, sus gotas de cera, no se las quito, son como pequeños trocitos que se han quedado grabadas en ella. Ya para el año que viene si Dios quiere, no me importará, ya que las ilusiones, las ansias, ya me habrán hecho olvidar esas cosillas y habrá que tenerla reluciente. La miro una y mil veces, su escudo, su escudo cosido en el antifaz, aunque recuerdo aquella vez que lo llevo en el pecho, una tarde de Domingo de Ramos. Pero me gustaría que fuese celosa, y que sólo quisiera salir el Sábado Santo. La huelo, y sólo puede oler así el ruán, la túnica negra de ruán, ese olor que sólo se respira una vez al año. Ese olor que te traspasa en el momento de ponértela, ese olor que a los primeros pasos de una tarde te embriaga, y asombra. Pero bueno, ya esta bien, paremos por una rato los recuerdos, esos recuerdos de la tarde de Sábado Santo, tarde de amigos-hermanos, tarde de los sueños, tarde de Virgen del Valle, tarde para enmarcar, tarde de LA VIRGEN DE LA SOLEDAD.

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